miércoles, 20 de febrero de 2013

Desaparezco en ti

Un día más llega a su fin. Las últimas bombillas van venciendo su intensidad a la caricia de la noche y de repente oscuridad. Bajo la densa luz de la nada mi mente intenta cabalgar desbocada, pero algo la retiene, el yugo de la vida. 

Yugo de la monotonía, de una soledad en un mundo superpoblado, de una mirada inspectora y sentenciosa, de un roce que arde y de una ilusión que no llega. Miro al reloj y ya a pasado más de una hora.
Llevo una hora sumida en mis pensamientos y pensando en el desconcierto en el que vivo. 

Por un momento, esa nada hasta la que hace unos instantes miraba contemplativa me supera y necesito tomar aire. Salgo poco a poco de la cama para acelerar los pasos hasta alcanzar casi la carrera para llegar a la terraza y poder respirar. Llego con la respiración acelerada y con una sensación de ahogo superior a la que se apoderaba de mi  hace un instante. Intento respirar, pero este aire no es aire.  No huele a verdad, a paz, a diálogo, a democracia; no, huele a codicia, prisas, mentiras, arrogancia,  una falta infinita de amor.

Una lágrima brota de mis ojos para precipitarse en caída libre hasta mi pecho todavía agitado por una brusca respiración. Todo mi cuerpo empieza a temblar y no se si es por el frío de la noche que se apodera de mi o por el temor a esos aterradores gigantes que veo en la oscuridad.

Intento gritar, pero mis gritos se ahogan en el silencio. Me subo a la barandilla del balcón y empiezo a soñar. Sueño con su pelo, su piel, su forma de hacerme el amor, su manera de acariciarme y... doy un paso adelante reconociendo que mis pasos tienen que reconducirse en la dirección contraria a la que el estrepitoso destino me conducía. Y empiezo a correr.

Mientras corro noto como mis ojos comienzan el concierto acuoso de la emoción y se disparan junto con mis emociones. Llego hasta la estación de autobús y compro un billete. El BILLETE de mi felicidad. Tras unas horas de ansiedad y nerviosismo llegó a ti. Corro hasta tu encuentro y en tus brazos desaparezco.  

Lo único que no nos puede ser arrebatado en la vida son los sueños y las esperanzas, por todo lo demás yo continúo en lucha cada día.


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