sábado, 11 de junio de 2016

Aprendiendo a decrecer

El discurso de crecer por crecer, de generar por generar, de autoexigirse por el simple hecho de seguir una corriente ... Y todo para qué, si cuanto más estamos en esa senda menos nosotros mismos nos sentimos. Hace un tiempo escuche a una persona que admiro defender una idea revolucionaria en mi marco cognitivo. Hablaba de decrecimiento y lo hacía desde una perspectiva positiva.
Y cómo es esto posible nos preguntaremos. Es muy sencillo, tan solo pensemos en lo que nos hace felices. ¿Soy más feliz si produzco más? ¿Soy más feliz si tengo más? Evidentemente hay tantas personas como razonamientos, pero tengo la firme convicción de que tener más no te hace más feliz. De hecho creo que es todo lo contrario, te vuelve más esclavo, te condiciona más.

Esta reflexión no defiende ser un oposición al capitalismo, pretende ser una oda a la libertad individual. La vida me ha enseñado, con sus múltiples reveses, que al final lo importante son los detalles. Las cosas más simples son las que más felicidad me aportan. Invertir mi tiempo en algo que no tiene fecha de caducidad me satisface enormemente. Porque siento que es algo por lo que merece la pena trabajar. Entendiendo ese trabajo, no como una obligatoriedad recompensada con una remuneración, sino como una preservación de lo que poseo y una garantía de mi felicidad.

Quizás pueda ser juzgada o pueda ser considerada hipócrita por decir esto, pero no me importa en absoluto, porque siempre voy a defender aquello que me haga sentirme a mí misma y valorarme. Y cuidado, no es una cuestión de apariencia, ni tampoco  es una cuestión de querer ser vanidosa, es más bien un proceso de maduración y respeto a uno mismo.

Desde que tengo uso de razón mis padres me han enseñado a valorar lo que tengo y me siento muy afortunada de haber crecido en un entorno en el que se me ha enseñado a ser feliz de muchas formas, pero nunca ninguna asociada a lo material o a algo que precisara un dinero. Ha pasado ya mucho tiempo desde esas lecciones y cada día me siento más identificada con ellas.

Al final la vida es tiempo y el tiempo es mejor gastarlo en aquello que te enriquece. Y sí, el dinero es necesario como lo son muchas cosas en esta vida, pero no es lo principal. Mi vida es simple y así quiero que siga siendo, porque en lo sencillo me hallo, me encuentro. Por todo ello, defiendo que decrecer no es sinónimo de ser un fracasado y de no haber conseguido llegar a alcanzar tus "ideales" o más bien las normas preestablecidas de a dónde se supone que tenías que llegar.

Por ejemplo, he estado estudiando cinco años de mi vida en la universidad y lo que más feliz me ha hecho ha sido llegar al final del camino y tener ahí a mis padres que me han aportado todo. Su apoyo incondicional, su paciencia, su esfuerzo, su tiempo de vida, su sacrificio e incluso su trabajo para intentar conseguir de mí una persona mejor. Y, en cierta medida, creo que lo han conseguido porque a parte de los conocimientos que haya podido adquirir me han hecho ser más humana, más consciente de lo que significa la vida a largo plazo.

En definitiva, la vida es para vivirla y para ello vale más la pena aunque tengas poco aprendas a valorar esas mínimas cosas. Solo así conseguiremos que algo crezca nuestra capacidad de vivir y nuestro corazón y respeto hacia los demás.

No hay comentarios:

Publicar un comentario